Miedo al vacío. Decía Amel-Lapeyre que cuanto más vacío está el corazón, tanto más pesa. Así como un solitario castillo se vuelve frío con la dejadez, las rugosas paredes de piedra del alma se tornan más duras cuanto más eco se produce entre ellas. ¿Quién quiere creer que el estado del bienestar se apoya en la monotonía? ¿Por qué la sociedad sigue vendiendo productos cosméticos a precio de sentimientos? ¿Por qué me resulta tan vacío un mundo tan sumido en el ajetreo? ¿Por qué cada día tengo más claro que el amor es pura mezcla entre egoísmo e instinto sexual? En este momento un rayo de sol cae en el suelo de mi habitación, y el reflejo va a parar justamente a mis ojos, y no me importa. El árbol que no logro ver desde este punto seguirá deshojándose impasible, autónomo, instintivo, indolente, despreocupado, orgulloso, autosuficiente. Sin embargo, quinientas personas se han quedado hoy sin trabajo y en este momento están buscando su escopeta en el garage. ¿Qué nos has hecho? El vacío es una moneda con dos cruces, es un producto artesanal Made In Rutina, es el decano de la universidad de los perdedores, el adalid del materialismo, el doble melancólico del aburrimiento. El rayo de sol sigue fijo en mi pupila, y no me importa. Será la rutina, será el sinsentido, será la mediocridad, será la ansiedad, será el desamor. Quiero morir de dolor y de sufrimiento; necesito lágrimas, sollozos, una razón para llorar, una hoguera en el castillo de mi alma... Antes que una maldita chimenea vacía. Un corazón lleno de dolor es, al fin y al cabo, un corazón lleno. Si después de la tormenta viene la calma, pido a la persona que me haya robado la tormenta me la devuelva.
Bóreas
domingo, 15 de febrero de 2009
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